Todos nosotros, en el fondo de nuestro ser, lo que queremos es llamar la atención. No es un acto egoísta de creernos superiores a los demás. Es simplemente que lo necesitamos. Puede que sea por miles de razones, nuestro subconsciente animal, el ansia sexual de perpetuar la especie, la creencia en la importancia de uno mismo... Pero al fin y al cabo, todos queremos llamar la atención. Queremos que los demás se preocupen por nosotros, queremos que los demás piensen en nosotros, queremos que los demás no duerman por nosotros, porque nosotros existimos gracias a que los demás creen que existimos.
En este sentido a veces podemos pensar que somos pesados, que quizá tanto llamar la atención, tanto hacer el pavo, tanto intentar que se fijen en nosotros, está haciendo que los demás se cansen. Podemos llegar a pensar que si no fuera por que nosotros estamos ahí, dale que te pego llamando la atención, los demás ni se fijarían en nosotros. Y eso, lleva normalmente a darle muchas vueltas a las cosas, a pensar en uno mismo, y en su manera de ser. A creer que quizá lo que siempre creyó correcto no lo es, y que lo que debería hacer es desaparecer. Y en esos momentos difíciles, cuando uno se replantea todo. Es cuando más valoramos que alguien nos atienda. Que alguien nos diga, “No, en serio, como eres esta muy guay, y no lo cambiaría por nada del mundo”.
Es en esos momentos cuando aprecias a las personas, cuando te dicen que eres importante, que en su vida significas algo (y además bueno), que por ti darían cosas, que por ti se replantean su manera de actuar, que por ti ellos hacen lo que hacen. Y en ese instante no solo aprecias a la persona, si no que descubres que existes, que eres algo, que significas algo para la humanidad. Y al final, has conseguido lo que siempre querías, llamar la atención sin tener que decir: “Damas y Caballeros, por favor, fíjense en mí.”
En este sentido a veces podemos pensar que somos pesados, que quizá tanto llamar la atención, tanto hacer el pavo, tanto intentar que se fijen en nosotros, está haciendo que los demás se cansen. Podemos llegar a pensar que si no fuera por que nosotros estamos ahí, dale que te pego llamando la atención, los demás ni se fijarían en nosotros. Y eso, lleva normalmente a darle muchas vueltas a las cosas, a pensar en uno mismo, y en su manera de ser. A creer que quizá lo que siempre creyó correcto no lo es, y que lo que debería hacer es desaparecer. Y en esos momentos difíciles, cuando uno se replantea todo. Es cuando más valoramos que alguien nos atienda. Que alguien nos diga, “No, en serio, como eres esta muy guay, y no lo cambiaría por nada del mundo”.
Es en esos momentos cuando aprecias a las personas, cuando te dicen que eres importante, que en su vida significas algo (y además bueno), que por ti darían cosas, que por ti se replantean su manera de actuar, que por ti ellos hacen lo que hacen. Y en ese instante no solo aprecias a la persona, si no que descubres que existes, que eres algo, que significas algo para la humanidad. Y al final, has conseguido lo que siempre querías, llamar la atención sin tener que decir: “Damas y Caballeros, por favor, fíjense en mí.”
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